lunes, 23 de septiembre de 2024

 



Nocturne de Gibraltar

Autor: Gennaro Serio

Editorial: Éditions L’orma, 2024

 

                Esta no va a ser una reseña al uso, lo advierto desde este momento. Al menos no será el tipo de reseña que quien escribe suele realizar. Aquí voy a hablar de un libro que no está en idioma español. Y eso ya no es normal, al menos para mí. El libro que pretendo reseñar aquí está escrito en francés y, además, su idioma original es el italiano. Por tanto, voy a hablar de un libro leído en francés y escrito originalmente en italiano. Si alguien —ya desde este instante— quiere desistir de seguir leyendo esta reseña, lo entenderé. Hasta pronto. Ciao!, ¡Au revoir!

                Para aquellos que se han quedado, diré que esta reseña no va a ser muy ortodoxa pues además pienso hablar de una novela propia. Sí, han leído bien, hablaré de una novela mía, que he escrito yo, que escribí con estas manos que escriben estos avisos necios. Voy a hablar de la novela del señor Serio y de mi novela (luego diré su título) porque en ambas hay coincidencias curiosas. No, no hablo de plagios, ni de inspiraciones comunes, ni siquiera hablo de coincidencias espirituales o demoníacas. Nada de eso. Hablo de coincidencias casuales. Ahora verán.

                La novela del señor Serio trata de un crimen. Eso es, de un asesinato. Esto, dirán ustedes, no es nada original. Pues no, nada original. ¡Cuántas novelas tratan de un crimen! Bien, pero no se apuren, lo original es quién es el asesino. No el asesinado, ni el método del criminal, ni siquiera de la investigación. No, lo original es que el asesino —ya lo digo— es el escritor Enrique Vila-Matas. Sí, Vila-Matas mata en esta novela. Vila-Matas mata, simplemente. Esto no es un…, ¿cómo dicen?, espóiler. Más bien es un gancho, un anzuelo. Lo dice la contraportada de la edición francesa que he leído. «En Barcelona, un joven periodista entrevista al escritor Enrique Vila-Matas. Pero todo se tuerce; el periodista es encontrado muerto y Vila-Matas se ha volatilizado». Si eso lo dice la contraportada del libro, yo puedo decirlo en esta anómala reseña.

                Bien, ya tenemos el caso. Entonces ¿se trata de una novela negra? ¿es una novela de crimen? ¿es esta del señor Serio, un giallo, como dicen los italianos? Sí, puede ser todo eso. Pero es mucho más. Si les digo la verdad, mi interés en leer esta novela la sugirió el hecho definitivo de que apareciera el señor Vila-Matas en ella. Confieso ser un admirador de Vila-Matas, un lector impenitente de todo lo que ha escrito. Considero a Vila-Matas uno de los más relevantes escritores europeos de las últimas décadas. Eso es. Por ahí me vino la curiosidad de leer la novela del señor Serio al que, hasta el momento, no conocía.

                Pero ¿eso es todo? ¿La novela es recomendable porque sale en ella Vila-Matas y mata a alguien? No. Confieso que el libro me ha gustado por más razones. ¿Habría leído la novela de Serio si no saliera Vila-Matas en ella y el asesino fuera —por ejemplo— Paulo Coehlo? Definitivamente no, no la habría prestado atención, en absoluto. Pero el caso es que sale el autor catalán y eso me interesó. Ya está explicado. Y ahora añadiré que la novela de Serio es buena, está bien construida y los personajes dan mucho juego.

                La novela es una construcción de carga metaliteraria, un juego de citas, referencias a múltiples escritores. Aparecen Maigret, Carvahlo, el Padre Brown, Ingravallo, Sherlock Holmes. Sí, todos son detectives, todos investigadores ficticios. Y es que al asesino Vila-Matas, desaparecido de la escena del crimen —el Hotel Rodoreda de Barcelona—, le persigue un joven detective sin nombre, enemigo declarado de la literatura, al que ayuda su hermana Soledad, experta en medicina legal y, esta sí, lectora sofisticada y con papel decisivo en la resolución del caso. El detective sigue la pista del huido Vila-Matas por territorios míticos de la literatura mundial hasta terminar … No, no seguiré desvelando el misterio.

                Pero, vaya, me doy cuenta de que el espacio establecido para esta reseña se acaba y no he hablado de mi novela como prometí al inicio. ¿Por qué este empeño mío en hablar de mi propia novela? ¡Una desfachatez!, dirán los unos. ¡Impropio de un crítico literario!, gritarán los otros. Bien. Aclaro que no soy crítico literario. Ni literario ni de nada que se pueda criticar. Soy un aficionado lector que escribe sobre libros ajenos. Y, sí, también escribo, así, sin más. Se me termina el espacio de esta reseña del libro del señor Serio y no he hablado de mi novela.

                ¿Qué conexión existe entre la novela Nocturne de Gibraltar y mi propia novela? ¿El título? No. ¿El caso? Tampoco. ¿El estilo? Ni por esas. Entonces, ¿qué diablos, dirán ustedes, pinta una promoción de novela propia en la reseña de un libro ajeno? Lo sé, es una anomalía. Pero como no soy más que un aficionado puedo permitirme ciertos requiebros al dogma.

                Mi novela trata de la desaparición de lo literario. Hay cuatro personajes que se hacen pasar por escritores muertos, Macedonio Fernández, Chesterton, Alfred Jarry y Gombrowicz. Estos montan una conspiración para destruir la literatura. Un detective joven, inexperto y bastante alejado de la buena literatura (¿les suena?) investiga la conspiración y, en el tráfago de pesquisas descubre a dos escritores que tienen el acuerdo de escribir a dos manos. Uno pone la aventura, otro pone las citas, las conexiones literarias, la metaliteratura. Estos dos escritores son un trasunto de los hermanos Schneider, personajes de Esta bruma insensata, novela de Enrique Vila-Matas. Fuchs, uno de los escritores falsarios, viaja a San Gallen para visitar el sanatorio donde estuvo ingresado Robert Walser y resulta que su guía es el bibliotecario Schwarz, autor del cuento que da origen a la estrafalaria conspiración de los autores muertos. No sé si me he explicado, pero es que se me acaba la hoja. En mi novela no sale Vila-Matas, pero casi, su espíritu anda por ella.

                Lean la novela del señor Serio. Léanla ya, en francés o italiano, o esperen a su edición española, que seguro alguien está realizando. Lean esta novela y lean mi novela. En ambas se juega con lo literario. Salen escritores y lectores locos y conspiradores. En ambas el detective sufre una mutación muy literaria, ya verán. En la mía salen dos escritores que son, juntos, una especie de Vila-Matas compuesto y bifronte. Es decir, como es el verdadero Vila-Matas, autor complejo y simple a la vez, autor enemigo de lo legible y de lo repetitivo, escritor generativo de nuevas literaturas, como un tapiz que…, ya saben.

                Nocturne de Gibraltar es muy entretenida novela, inteligente, enrevesada, lúdica. Y en ella Vila-Matas mata. En la mía el escritor mitad Vila-Matas también mata, pero…

                Ah, sí, mi novela se llama La paradoja del detective. Por si les da por buscarla. Adiós.

 


Año sabático o la novela de un ocioso

José Manuel Benítez Ariza

Editorial Polibea, 2024

 

                Voy a comenzar esta reseña contradiciendo al propio autor. Este libro no es una novela. Al menos yo no he leído una novela, he leído un diario. Y, por cierto, un buen diario. El autor, en el prefacio titulado Primera o última, ya nos advierte del dilema que tendrá el lector ante el ambiguo género otorgado al texto. Benítez Ariza quiere haber escrito —montado, compuesto— una novela pues toda construcción narrativa donde se administran diversos géneros, temas, hilos argumentativos, tramas y personajes será una novela. Y es que, sí, la novela lo aguanta todo. Todo puede ser novela. Y uno puede estar de acuerdo con el autor que en la página 749 confiesa su gusto por «armar libros diversos con textos que tuvieron su origen en el elusivo formato de un diario».

                En fin, qué más da. Sea novela, diario, crónica, este Año sabático es gran literatura. Pero como a mí me agradan los diarios celebro el texto —y así lo reflexiono en esta reseña— como un diario.

                Contradigo de nuevo al autor —cuánta vanidad en este nuevo desafío— en que este libro sea el objeto creado por un ocioso. Si bien es cierto que el diarista parece alejado de un trabajo obligado (el concepto romano de neg-otium), y remunerado, no deja de aparecer ocupado en las actividades más diversas: escribir, leer, presentar libros ajenos, asistir a exposiciones, visitar amigos. Es, decir, el diarista vive la vida y, por eso, la narra. Alguien lo dijo de otro modo: «Aquel que no hace nada en su vida escribe que no hace nada y, de ese modo, no obstante, hace algo». (Blanchot, El libro por venir)

                El propio autor se para a reflexionar sobre el acto de escribir un diario: «No es que vida y escritura sean, como dicen algunos biempensantes del vitalismo per se, inversamente proporcionales. Hay vida que te aleja del cuaderno, sí, pero lo que deja a cambio no vale lo que el cuaderno por sí mismo elige para sí y cree digno de preservar. Ni tampoco es que escribir te quite de vivir. Vives escribiendo. Lo otro es pasar los días». (p. 270)

                El diarista-narrador de Año sabático no para de hacer porque no para de escribir y de «salvar la vida mediante la escritura» (Blanchot). Como en todo buen diario, el lector se acomoda al autor, a sus días, a sus reflexiones, se desvía por los mismos senderos interpretativos. Podría ser, también, que uno (el lector) no congeniara con el espíritu del diario, es decir, que el autor no “cayera bien” al lector. Uno ha leído diarios así, en los que el diarista no se convierte en “amigo” del lector y este, durante y tras la lectura de cada jornada, no se iría a tomar una copa con el autor. En ese caso no pasa nada, leemos el diario con otra distancia, claro, pero con el mismo interés pues es como cuando en una novela nos adscribimos a un personaje sin necesidad de compasión.

                Dicho esto, con el diarista de Año sabático, uno (yo, el lector) sí me iría a tomar una copa y a cruzar unas palabras. Eso sí, con más sosiego que en el diario, pues Benítez Ariza no para, no tiene apenas sosiego: visitas, viajes, caminatas, celebraciones, actos poéticos. (Confiesa uno que no sería capaz de seguir tanto ajetreo artístico-festivo). La mirada, esa sí, la mirada del diarista es sosegada, certera, reflexiva. En este diario se contempla la naturaleza, los fenómenos meteorológicos, la arquitectura, los sonidos, lo humano. Todo forma parte de lo narrado, de la crónica de cada jornada. ¿Es todo eso insignificante? Quizá, pero de nuevo Blanchot nos rescata: «el interés del diario reside en su insignificancia. Esa es su inclinación, su ley».

                Leer un diario es irse a vivir un tiempo a otra realidad, la del escritor que vive lo que escribe. Uno tarda en leer un diario mucho menos de lo que el diarista lo vivió, día a día, y lo plasmó, línea a línea, en su cuaderno. Uno (yo, el lector), ha tratado de demorar la lectura para no “devorar” un año de vida en unos días. He tratado de acompasar la lectura al paso de las jornadas. Me he quedado a “vivir” en este diario como quien visita a un amigo y se deja llevar por su rutina. Si bien he de confesar que habría preferido una estancia más corta.

                Conjeturo que el afán del autor por convocar la naturaleza novelesca de su texto ha alargado la obra. Al lector (del diario) le habría satisfecho otra longitud, menos páginas; que el tiempo pasara más rápido; hacer de la estancia con el amigo diarista una más festiva e intensa convivencia breve.

                Con todo —la contradicción sobre el género, la longitud de la obra—, uno sale satisfecho de la lectura. El estilo, el lenguaje, los hilos argumentales, las digresiones ensayísticas…, todo confiere al Año sabático de Benítez Ariza el esplendor de la buena literatura. El autor —lo digo ahora, apenas ante el cierre de esta reseña contradictoria— es poeta, novelista, crítico literario, columnista en prensa, fino dibujante. Bien, esto se nota. Se nota en la mirada, en los detalles, en la curiosidad del observador, en el matiz de lo reflexivo, en la lírica de las descripciones.

                Confieso que esta es la primera obra del autor que leo, pues no lo conocía hasta que me hice con su diario en la Feria del Libro de Madrid. Pues bien, no será la última, por mor del grato resultado de esta Novela de un ocioso concluida.

                Ha llegado agosto en el final del diario y en la realidad de esta reseña. Ha pasado un año en aquel y unos minutos en este texto imperfecto. Sin embargo, me adhiero a una de las últimas frases de Año sabático: «Si el año tiene una cumbre, es esta».


 


La banalidad del bien

Jorge Freire

Páginas de Espuma, 2023

 

Aquellos que deseen estar al tanto de lo que se cuece en la sociedad actual deberían leer este libro clarividente del joven filósofo Jorge Freire. La mirada aguda y aguzada del autor se planta ante los acontecimiento sociales y humanos más aparentes y decisivos: el bien y su banalización, la devaluación de las virtudes en valores de uso y exhibición, la abolición del conflicto, y más, mucho más.

No se han de arredrar los lectores ajenos al sofisticado mundo filosófico, pues la mirada de Freire se coloca en el lugar del lector/ciudadano atento, aunque no necesariamente erudito. Y es que el autor analiza ciertos efectos sociales que todos vemos cada día a nuestro alrededor. Aquellos efectos que han desvirtuado el humanismo para convertirlo en productos perfunctorios del capitalismo anímico.

El libro está estructurado en seis partes muy bien definidas y dedicadas a los diversos aspectos que nos conciernen. Parte el autor del concepto de «banalidad del mal» que Hannah Arendt acuñó en su libro Eichmann en Jerusalén. Si Arendt afirmaba que «profundo y radical es siempre y solamente el bien», Freire propone que «aun siendo profundo y radical, todo bien es susceptible de convertirse en mal al banalizarse». Las buenas acciones se trivializan en exhibicionismo, la compasión en empatía, el coraje en molicie y la concordia en asepticismo, dice al autor.

Se agradece —sobre todo lo hará el lector profano en formación filosófica—, que Freire no pretenda erigir su análisis sobre un constructo filosófico sistemático, a lo Hegel, sino que se acerque a la realidad humana desde lo fragmentario. Es una mirada que nos recuerda más a filósofos como Walter Benjamin o a escritores como Canetti. Miradas de observador tranquilo, miradas de flâneur ocioso pero atento. La sistemática de Freire, si se quiere, es la de una sutil mirada del observador curioso e impertinente que mete el dedo en el ojo del ciudadano con el fin de despertarlo del letargo infligido por el capitalismo tardío.

En la primera parte el autor advierte de la sustitución de la virtud por los valores que la obsesión contemporánea ha convertido en bienes susceptibles de ser vendidos como cualquier otro producto del mercado. Y es que el capital, según Freire, lo que hace es «vender bienes disfrazados de Bien». Con la era posmoderna llegó el escepticismo radical que se bifurcó en multitud de teorías relativistas de modo que los conceptos morales se devaluaron para convertirse en «absolutismo dogmático» (Alan Sokal).

La segunda parte la dedica Freire al efecto que el capitalismo anímico ha provocado en el ser humano de modo que el coraje ha cedido su puesto a la molicie y el amor propio al autodesprecio. Nos enfrentamos, alega Freire, a «un capitalismo manirroto y desculpabilizado que conmina al ciudadano a dar rienda suelta a los impulsos y a las emociones». Este capitalismo añade el autor, ya no crea productos sino yoes yertos e invoca el «optimismo cruel» del que hablara Lauren Berlant y que ha impuesto fantasías inalcanzables de vida buena.

Aspecto que alabar en la aproximación literaria de Freire es la agudeza filológica a la hora de utilizar términos relativamente desusados o arcaizantes con el fin de sacar brillo etimológico a un lenguaje que ha perdido su filo descriptivo por el desgaste y la manipulación. Sugiere esta disposición una suerte de reivindicación de la mirada nietzscheana —no en vano Nietzsche era filólogo—, asistemática y literaria más que de rígida construcción filosófica. El aprecio del autor por los refranes, proverbios y frases populares facilita al lector el entendimiento de los conceptos analizados más que aquella palabrería distante y distanciada de los filósofos posmodernos.

El desarrollo del texto de Freire nos acerca a conceptos como la empatía y la compasión, proponiendo aquella como una versión edulcorada y exhibicionista de la segunda. «La empatía nunca es suficiente para el comportamiento moral», explica el autor. Cada día asistimos —en los medios, en la publicidad— a la manifestación idiotizada de la empatía como si el mero hecho de declararnos afectados nos librara de la toma de acción y el compromiso.

No se trata, en esta reseña, de desmenuzar el magnífico análisis de Freire y su reflexión sobre tantos conceptos vigentes. El texto acompaña al lector curioso y escéptico por el impacto del progreso técnico y la productividad en las acciones humanas de cada día; nos alerta de los peligros de la precarización intelectual; advierte de la abolición del conflicto como motor del discernimiento; previene del riesgo de entronización del sentimentalismo. Y mucho más, claro.

El lector agradecerá el rigor de este libro tanto como su asequible legibilidad. Todo esto sin menoscabo de una muy completa construcción intelectual que se manifiesta en una nutrida bibliografía para aquellos lectores dispuestos a profundizar en la reflexión y un índice onomástico como guía para acudir a las referencias y citas de autores aludidos.

Una propuesta, esta de Jorge Freire, necesaria y clarificadora, un análisis riguroso del estado de la sociedad y de los riesgos de conformarnos con lo que el sistema y el poder nos propone e impone. Leer La banalidad del bien nos hará más vigilantes, más escépticos y críticos, es decir, más libres.


 



Soy Milena de Praga

Monika Zgustova

Galaxia Gutenberg, 2024

166 páginas

 

                Monika Zgustova ha escrito un libro delicioso, emotivo y convincente. El libro se publicó en febrero, una semana después de mi visita a Praga. Lamenté que no me llegara antes pues viajé a Praga sin ese libro. Viajé poco antes de que se publicara. Tengo la costumbre de leer algún libro relacionado con el lugar al que viajo. Ahora que lo he leído confirmo que habría sido una compañía apropiada. Y es que la Milena que nos muestra la autora es tan real que uno esperaría cruzársela en la calle Celetná o en la plaza de Venceslao.

                No pude ir a Praga tras las huellas de Milena, pero lo hice bajo el influjo de Kafka, de Haroslav Hašek y de Bohumil Hrabal, autores, por cierto, que Zgustova ha traducido repetidamente al español.

                En fin, que de regreso de Praga me hice con la historia de Milena Jesenská, periodista, escritora, traductora de Kafka y otros. La pericia de Monika Zgustova, a la hora de ofrecer voz a Milena, hace que el lector “crea” escuchar a la propia protagonista. Es una voz emotiva, verosímil, cercana y convincente, una voz verdadera.

                La autora ha dividido la novela en cuatro partes que exploran cuatro épocas en la vida de Milena. La primera parte, titulada La extranjera, nos muestra a la protagonista en Viena, donde ha seguido al marido infiel y desentendido de su esposa, el periodista Ernst Polak. Milena se mueve en los ambientes de literatos, donde conoce a Karl Kraus, a von Doderer y a Hermann Broch con quien mantuvo una relación. Pero Milena siempre evoca Praga y la echa de menos. Es a donde pertenece.

                En la segunda parte, La traductora, Milena decide regresar a Praga, pero relata, de modo retrospectivo su relación con Kafka con quien había estado carteándose desde hacía cuatro años. Milena había traducido El fogonero y ahora, desde Viena, le pide permiso para publicar el libro. Desde entonces su relación se hizo más intensa y, tras varios encuentros, se convirtió, más si cabe para el escritor, en una necesidad.

                Pero Kafka fue en realidad una etapa más, aunque profunda, en la vida de la periodista, que ahora sí, de regreso en Praga decide poner todo su empeño en escribir crónicas y reportajes. Esa tercera parte, La periodista, es una etapa decisiva en la vida de Milena Jenenská, Es contratada en la revista Národní listy, donde se haría cargo de la sección para mujeres. No es exactamente lo que Milena desea, pero ve una oportunidad y lo acepta.

                Durante aquellos años, anteriores a la guerra mundial, Milena va tomando conciencia política. Además de criar a su hija, Honza, fruto de su matrimonio ya roto, Milena comienza una actividad disidente y crítica contra las amenazas totalitarias. Aquel tiempo fue problemático y turbulento. Milena trabajó en varios periódicos y se enfrentó a la censura y a la sospecha. La maestría y sensibilidad de la autora de la novela nos introduce en las tribulaciones de su protagonista, con un relato de aquel tiempo, en primera persona, que huye de lo panfletario y se pega a lo individual. Es Milena la que aparece en primera línea y los acontecimientos la envuelven sin nunca sobrepasarla. Es a la persona a la que el lector contempla; sus vicisitudes y desafíos en aquellos dramáticos años. La historia la construyen los individuos con sus errores y aciertos.

                De este modo, el relato de Milena Jesenská llega a su parte final, la quita parte de la novela, titulada La prisionera. Es un relato desgarrado y emotivo. Milena es detenida por la Gestapo el 11 de septiembre de 1939. Trasladada al campo de concentración de Ravensbrück, y destinada a la enfermería. Allí conoce a la presa Margarete Buber-Neumann, Greta, con quien mantendrá una relación de afecto durante los años de internamiento.

                El libro de Monika Zgustova nos pasea no solo por Praga sino por los territorios convulsos de la Europa dañada por los totalitarismos. Pero lo hace desde la voz de una protagonista humilde y casi desconocida, la de Milena Jesenská, que a la vez es una voz poderosa y verídica, la memoria de una ciudadana europea libre y vital.

                Un libro, como dije al principio, muy recomendable. Tanto para viajar a Praga como para comprender la Europa de un tiempo dramático y turbulento.

  Nocturne de Gibraltar Autor: Gennaro Serio Editorial: Éditions L’orma, 2024                   Esta no va a ser una reseña al uso, lo advie...