Plagie
Valeria Mata
Ediciones Comisura, 2024
169 páginas
Si de un libro
se puede decir, para empezar, que no es nada original, es este de Valeria Mata.
Es un libro que, como la propia autora confiesa, ha escrito no solamente
ella. El título completo del libro permite a los posibles lectores comprender
por donde van las cosas. Plagie, copie, manipule, robe, reescriba este libro,
es el lema de lo que vamos a leer.
Este libro
nació, según confiesa Mata, hace seis años, en primera edición de 2018,
autopublicado por la autora en Ciudad de México. Luego, con los años «estas
páginas se escribieron de manera discontinua y zigzagueante» y se ha formado
«como capas de sedimentos de distintas temporalidades».
Parte la
autora de una (o varias premisas) que conectan la escritura con dinámicas
abiertas, negando la originalidad, la autoría, el respeto, la propiedad, el
derecho sobre las palabras.
Recordaremos
que, como avisa la autora, todo lo que se dice en este libro se circunscribe al
ámbito artístico y a la producción cultural. Aparte quedan el ámbito académico
o la piratería comercial, sujetos a relaciones de legitimidad alejadas de las
que operan en el campo literario y artístico. De ningún modo propone la autora
el “robo” de obras de otros autores sino más bien a la legítima libertad del
uso artístico de la tradición artística y literaria, su reordenamiento, su
manipulación y, en definitiva, su reconstrucción.
Ningún texto
sale de la nada, ni nadie es totalmente original. Las palabras, las imágenes
pertenecen al mundo, a todos los hablantes o artistas. Opone Mata el concepto autopoiesis
al de simpoiesis, que significa «generar-con», y que celebra en sí la
práctica artística como colaboración y participación.
El
desprestigio del plagio y de la copia viene de la sumisión del campo artístico
al estatuto del acto de producción en el mundo capitalista, en el que parece
que el plagio es «la nueva inmoralidad, lo único que mueve al escándalo.» El capitalismo exacerbado lo admite todo, lo
asimila todo, cualquier aparente acto de rebelión excepto que le quiten un
bocado de su plusvalía.
Así, lo que
propone y alienta Valeria Mata con noble determinación y con gran aparataje
documental, citas y obras relacionadas, es una dinámica abierta de cogeneración
de manifestaciones artísticas. Cita para ello un artículo de Jonathan Lethem,
publicado en 2007, en el que el escritor «argumenta que el arte está hecho de
apropiaciones de manifestaciones anteriores y que la originalidad absoluta es
un mito».
Respecto del
concepto de autor, la autora reivindica ideas de Paul Valéry, de Roland
Barthes, de Gilles Deleuze, quien «consideraba que la escritura podía ser un
vehículo de desterritorialización siempre en devenir», y que «sería un
transitar por espacios intermedios, cultivando la transversalidad y las
mutaciones».
En el capítulo
Jugar a ser otros: autorías ficticias y fakes, Valeria Mata menciona los
experimentos de artistas, escritores que buscan desvanecerse o multiplicarse
mediate la fragmentación del nombre propio y la construcción de personajes
múltiples. Son los caos de Fernando Pessoa, de Romain Gary, la mexicana
Josefina Vicens, los gestos de polifonía y multiplicación de la voz en
Macedonio Fernández. De este modo asistimos a un territorio que cuestiona la
verdad, la belleza o la pureza y que promociona la burla política, poética y
estética.
En El carácter
colectivo del lenguaje, vemos referencias a Borges y a su idea del «autor
universal» que es a la vez todos los autores de un mismo texto atemporal. De
igual modo se recuerda la rupturista propuesta del OULIPO creado por Raymond Queneau
en el París de 1960, que reivindicó el plagio, el reciclaje y las apropiaciones
de textos. Solo hay que leer las obras de Italo Calvino, de Georges Perec y
atender a la afirmación de Marcel Benabou, miembro del OuLiPo, que señalaba
que: «lejos de limitarse a la mera reproducción en circuito de un déjá écrit,
lo que el plagio oulipiano pone en marcha es un mecanismo abierto y
eminentemente cargado de posibilidades».
Como ha
propuesto Luis Othoniel Rosa: ¿por qué no pasar de concebir la literatura como
mera expresión a pensarla mejor como alusión? Sería así, un ejercicio constante
de referencias a ideas, autores o situaciones mencionados de forma directa o
implícita.
En el apartado
Obras abiertas, indeterminación y posibilidad, se alega que la escritura es «un
encadenamiento de citas infinitas que vienen de otros textos «y que convertiría
a los autores en lo que Foucault llamó «instauradores de discursividad». Así,
quien escribe no crea obras particulares, aisladas y clausuradas, sino que
explora relaciones con otros textos. Italo Calvino habla de autores generadores,
artistas que se prestan a ser robados o que «se ofrecen como alimento del arte
futuro».
Heteroglosia,
intertextualidad, las escrituras del compostaje de Verónica Gerber, las
escrituras geológicas de Rivera Garza son así mismo conceptos aludidos que
establecen una dinámica del texto como red de intercambios y complicidades.
Un capítulo
que, personalmente, me ha parecido estimulante es el referido a la Escritura
como bricolaje, al que Mata accede a través del concepto propuesto por el
antropólogo francés Claude Lévi-Strauss. Para el francés bricoleur es
aquel o aquella que al trabajar utiliza medios desviados, que no opera con
materias primas, sino ya elaboradas, con fragmentos de obras, con sobras y
trozos. Y también se menciona a Jacques Derrida que afirmaba que todo discurso
es un bricolage, una actividad de segunda mano en la que siempre se
toman prestadas ideas y palabras.
Es pues este
un libro muy recomendable para aquellos que escriben y para cualquier amante
del arte y de la creación. Además, es un libro sembrado con decenas de fotografías,
imágenes, glosas al margen y citas de autores que van completando un artefacto
artístico de lo más interesante.
Para concluir,
tomaré prestada la misma cita con la que Valeria Mata (no solamente) termina su
libro. Es de André Breton y dice: se publica para encontrar camaradas.
Sí, ahí nos
encontraremos, en los textos.